El fascismo es un movimiento político-social que surge, tras
la Primera Guerra Mundial, en Italia, en cuya cabeza encontramos a Benito
Mussolini.
Es una doctrina de carácter totalitario y nacionalista, que
se desarrolló como una tercera vía, llamada revolucionaria pero completamente
conservadora, para hacer frente, por un lado, a la teoría liberal que había
sumido a Europa en una terrible crisis, demostrando así su fracaso, y, por el
otro, al comunismo que iba avanzando por todo el continente desde el este. No
podemos olvidar otro elemento esencial, la raíz estatalista del sistema, que se
organiza en torno a un estado corporativista que dice encarnar la voluntad del
pueblo y que, por tanto, no permite que la población se escape de entre sus
brazos. De esta manera, el individuo queda relegado por la voluntad de la
colectividad, la cual se encontraba en las acciones del Estado.
Pero, ¿quién dirige al Estado? El Estado es controlado por
el partido único, pilar fundamental de este tipo de regímenes, y, a su vez, se
encuentra dirigido por una personalidad carismática que controla todo el poder.
Todas las decisiones del Estado se imponen y se hacen respetar mediante la propaganda
y el uso de la violencia, por lo que las milicias paramilitares toman aquí una
importancia clave para el mantenimiento del orden y la estabilidad del régimen.
Como ya hemos mencionado, la economía fascista rechaza la
corriente liberal, siendo por tanto anticapitalista. Se trata de una economía
organizada desde el Estado, es decir, un monopolio estatal, no obstante, se
diferencia de la economía socialista, que posee y gestiona todos los medios de producción,
el fascismo sí que permite la propiedad privada y la competencia de mercado,
aunque este directa y estrictamente controlada por el Estado. Así, toda la
telaraña empresarial se organiza y se subordina al bienestar de la colectividad
de la unidad nacional. Teniendo en cuenta esto último, el Estado se permitía
ciertas nacionalizaciones o proteccionismos en industrias y sectores que se
consideraban estratégicos para el bienestar nacional.
Si bien el bienestar nacional era sobre el papel el objetivo
de la organización de la economía fascista, en la práctica se ejecutaba una política
fiscal que beneficiaba al entramado burocrático y empresarial afín al régimen. Para lograr que
todo esto funcione es esencial un mecanismo jurídico de regulaciones, subsidios
y concesiones muy estudiadas y selectivas que sostengan el Esquema del
Bienestar Corporativo propio de este tipo de regímenes.
Adjuntamos un trozo de un documental que muestra algunas de las inversiones que se hicieron en beneficio del tan mencionado bienestar nacional:
Fuentes:
http://www.claseshistoria.com/fascismos/%2Bdefelicefascismo.htm
https://definicion.de/fascismo/
https://www.mises.org.es/2015/02/%C2%BFcomo-funciona-la-economia-fascista/
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